Durante aquellos
años nos acostumbramos al fracaso. No solo nosotros, también todos mis
cercanos, mi hermano, Lucas, Diego, Luis, Dani, David, Noa, Cris. Éramos un
magma de cuerpos flotando por las habitaciones, flotando del mismo modo que
flota la decepción por una casa donde se ha escuchado decir adiós. Flotábamos
entre el desamor o ¿era al revés? Tal vez era el desamor quien flotaba a
nuestro alrededor, quien abrió sus alas y sobrevolaba nuestras vidas mirándonos
como un halcón mira a su presa, sabedor de su victoria. De sus garras no escapa
nadie y ahí estábamos todos, sujetos a las uñas del desamor, viendo pasar las
promesas, recogiendo las buenas intenciones como papeles tirados del suelo, sin
tiempo suficiente para barrer la suciedad que dejó el pasado. Recuerdo que era
igual para todos, que nos acostumbramos al fracaso y nos dábamos consejos los
unos a los otros y también recordé entonces aquella frase de Jodorowsky que
decía que si te estás ahogando, no le pidas ayuda a alguien que ya está
ahogado, y todo era raro y con un aire grotesco mirado desde esa perspectiva.
El caso es que éramos una gran manada, éramos los sin rumbo, teníamos la frente
llena de portazos, el corazón rodando por los bares y la desilusión no era solo
una palabra de 4 sílabas sino la ciudad donde todos nos habíamos quedado a
vivir, vecinos de un barrio hecho de puntos suspensivos.
Lo grande de todo
esto es que a todos nos sirvió aquella época gris de preguntas y espirales. De
un modo u otro aprendimos a buscar de otra manera, aprendimos que quien solo
busca intensidad está perdido, porque a veces la intensidad te la ofrece un
cuerpo que cae junto al tuyo y es preferible encontrar un cuerpo con el que
ascender, o que te ayude al menos al aterrizaje y viceversa. Tardamos en conseguirlo
pero todos, mis amigos, mis cercanos, incluso yo, aprendimos a caminar más
lento, dejamos de pelearnos con nosotros mismos, dejamos de exigir garantías
que tampoco nosotros ofrecíamos, huimos del cortoplacismo, retorcimos el cuello
a la pasión infantil que nos mostraban las películas, llevamos a la prisa a una
estación y cambiamos de paso. Esto trajo tropiezos, aún nos tropezamos de vez
en cuando, porque es muy difícil ser uno y empezar ser otro y ser para siempre
otro diferente y más cuando el cambio consiste en modificar un sueño tan
profundo como el de una pasión del tamaño del universo, que nunca para, que
nunca mengua. A menudo todo el mundo quiere darse el gusto de ser uno y no
otro, y volver, por una vez, a ser inconsciente y a vivir deprisa aunque sea
por un rato, solo un rato. Pero esto es breve como una noche de fiesta y hay
que volver a ser otro, y trabajar día a día para cambiar las líneas de las
manos y romperle la ropa a la rutina, tolerar la intermitencia de las cosas que
te elevan y aceptar (o tal vez conformarse) con un vaso de pasión en lugar de
con una pasión a chorros. Porque aquellos chorros se secaban de golpe tras
quitarte la sed y lo intermitente de lo que hablamos es mucho más llevadero
cuando no hay un abismo entre el encendido y el apagado.
Y ahora estamos
aquí, en este país donde vamos conociendo un amor más verdadero, más duradero,
más auténtico porque se basa en lo vivido, en lo construido y no en lo
fabulado. Y qué queréis que os diga, a veces echo de menos aquellas brutales noches
de incendio de las que hablaba la canción de Love of lesbian pero cuando la veo
a mi lado noche tras noche, me sonrío para adentro y pienso que aunque a veces
el amor no es constante realmente soy un tipo con suerte.
3 comentarios:
Me encanta lo que escribes, Marwan. Eres como mi subconsciente al escribir siempre lo que siento pero no sé como expresar, simplemente el mejor.
Desde una vida cargada de brutales noches de incendio (aunque sin love of lesbian) me alegro de saber que en medio de todas estas tormentas, un día se termina sonriendo al mirar a alguien.
Todo llega supongo.
Yo por ahora me quedo con esta vida sin bomberos y, claro también, sin nadie a mi lado.
Me gusta mucho leerte.
Un saludo
Aunque ahora mismo, flotando entre el primer y segundo párrafo, observe el mundo desde un caleidoscopio incendiario, voy entendiendo lo de ralentizar el paso...haya o no un tercer párrafo esperando a la vuelta alguna esquina.
Gracias por compartir emociones.
Publicar un comentario